La Paradoja de la Cronología
Somos cuerpo / mente / alma.
somos temores / logros / fracasos.
somos señalamientos:
por ser
por vivir
por amar distinto
por sentir en otro tono.
La vida nos pone en este universo cruel
que enseña con dolor de maestro viejo.
Nacemos entre nalgadas y llantos.
Crecemos sonriéndole al destino
que se ríe de nuestra esperanza.
Pero la burla mayor
la ejecuta la cronología:
El tiempo—mi tiempo—nuestro tiempo.
Morir o vivir (el debate nunca cierra).
Vivimos en minutos dobles:
60 segundos exactos,
una eternidad descalza.
El abrazo materno.
La pérdida que no cabe en calendarios
Nos preguntamos:
¿El tiempo avanza o se detiene?
Y en el intermedio
sentimos su abrazo de separador:
de eventos
de conciencias
de amores que fueron y no vuelven.
El tiempo con manecillas que apuntan
siempre al momento que ya no existe.
El tiempo con arena que se escapa
entre los dedos que intentan retener.
Lo vemos como truco del destino
como ladrón de lo amado
como suspiro sanador
como herramienta que asegura
que la herida viva más
que el recuerdo del cuchillo.
La burla final:
el tiempo no es nuestro.
Se acelera en el beso.
Se congela en la herida.
Y nosotros
solo somos espectadores
de nuestro propio desvanecer.




